Sierras Tejeda, Almijara y Alhama

Los paisajes naturales de la Axarquía que nunca olvidarás

En el extremo oriental de la provincia de Málaga, la Axarquía se despliega como un tapiz de belleza silvestre, donde cada rincón parece contar una historia tejida por la tierra, el agua y el tiempo. Con su nombre de raíces árabes —aš-Šarqiyya, “la región oriental”—, esta comarca encierra uno de los secretos mejor guardados del sur de España: una diversidad de paisajes naturales que conmueve al viajero desde el primer instante.

Quien se adentra en la Axarquía no solo descubre una geografía, sino una experiencia emocional. Desde las alturas de sus sierras hasta la espuma de sus calas escondidas, la comarca invita a sentir la naturaleza con los cinco sentidos, a caminar despacio, a escuchar el viento entre los pinos, a oler la tierra húmeda tras la lluvia o a saborear un mango recién cortado bajo el sol.

Y para quienes buscan vivir esa experiencia desde dentro, alojarse en una casa rural en La Axarquía es abrir la puerta a lo auténtico: el amanecer con vistas a un valle cubierto de neblina, el crepitar de una chimenea al caer la tarde, el silencio del campo que abraza.

Este post es una invitación a recorrer, paso a paso, los paisajes naturales de la Axarquía, explorando sus montañas, sus valles fértiles, sus ríos escondidos y su litoral de acantilados. Es también una llamada a proteger y valorar un patrimonio natural que no solo embellece el entorno, sino que da vida, sustento e identidad a sus gentes. Y en ese recorrido, descubrirás por qué cada vez más personas eligen casas rurales en La Axarquía para reconectar con lo esencial.

Sierras Tejeda, Almijara y Alhama
Entre Sierras, Mar y Tradición: Guía del Patrimonio de la Axarquía
Descarga: Entre Sierras, Mar y Tradición: Guía del Patrimonio de la Axarquía, de forma gratuita y descubre lo que hace única a esta comarca

Los paisajes naturales de la Axarquía que nunca olvidarás

Un mosaico de paisajes que respira vida

La Axarquía no es solo una comarca, es un universo contenido entre montañas que rozan el cielo y un mar que abraza la tierra con sal y luz. En sus apenas 1.000 kilómetros cuadrados se condensa una sorprendente variedad de entornos naturales, donde cada paisaje parece haber sido esculpido con un propósito: tocar el alma del que lo contempla.

Aquí, la naturaleza no se muestra de forma uniforme. La Axarquía se vive como un mosaico: abrupta en sus sierras, suave en sus valles, fresca en sus cauces y cálida en sus playas. Esta diversidad es una herencia geológica y climática, pero también un reflejo del equilibrio ancestral entre el ser humano y su entorno. Durante siglos, los pueblos de la comarca han aprendido a convivir con sus montes, a aprovechar sus aguas, a cultivar sus tierras en terrazas que siguen la forma de las laderas como si de una coreografía natural se tratase.

Para quienes desean sumergirse de lleno en este paisaje plural, alojarse en una casa rural en La Axarquía es la mejor forma de conectar con el entorno. Ya sea en un cortijo entre viñedos o en una vivienda blanca encaramada a la ladera, cada casa rural ofrece una ventana al alma del territorio.

Este mosaico se compone de cinco grandes piezas que dan forma a los paisajes naturales de la Axarquía: las sierras, los ríos y embalses, la costa mediterránea, los fértiles valles agrícolas y los espacios protegidos. Cada uno de ellos posee una identidad singular, pero juntos crean un relato común: el de un territorio donde la belleza es tan generosa como frágil, y donde cada paso invita a la contemplación, al asombro y al respeto.

El visitante que recorre estas tierras se convierte en testigo de la vida que late en ellas. Desde la silueta imponente de La Maroma recortándose en el cielo hasta las aguas cristalinas de una cala escondida en Maro, la Axarquía ofrece un abanico de paisajes que no se repiten, pero que comparten una esencia: autenticidad, armonía y conexión profunda con la naturaleza.

Quienes optan por casas rurales en La Axarquía lo hacen para vivir ese mosaico desde dentro, sin filtros, sin prisa. Porque aquí, dormir bajo las estrellas o desayunar junto a un olivo centenario no es lujo: es forma de vida.

Sierras que tocan el cielo

Desde el primer amanecer que ilumina sus cumbres hasta el último rayo de sol que se esconde entre los barrancos, las sierras de la Axarquía se presentan como un templo natural tallado por el tiempo. Son el espinazo de la comarca, su columna vertebral geológica y espiritual. En ellas habita el silencio del bosque, el canto lejano del águila y la sombra esquiva de la cabra montés.

El Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama domina el interior axárquico como una fortaleza de mármol blanco y caliza. Desde sus cimas más altas —con La Maroma como reina indiscutible— se dibuja un paisaje donde la tierra se pliega, se alza y respira. Con 2.069 metros de altura, La Maroma no solo es el techo de Málaga, es también un mirador privilegiado desde el que se puede ver, en días despejados, la costa africana, Sierra Nevada y el brillo del mar de Alborán.

Las sierras no son solo montañas; son relatos vivos. Sus formas kársticas, modeladas por el agua y el viento, crean grietas, simas y poljés que esconden historias antiguas. Los Tajos del Alcázar, en Alcaucín, declarados Monumento Natural, parecen abrirse como un libro de piedra donde la geología cuenta su leyenda. En otros rincones, como los cahorros del río Chíllar, el visitante se adentra en estrechos desfiladeros esculpidos con paciencia infinita, donde el sol apenas toca el suelo y el agua murmura secretos a quien se detiene a escuchar.

La biodiversidad que habita estas alturas es tan rica como discreta. Entre los pinares resinosos y los encinares centenarios, asoman especies endémicas y adaptadas a la rudeza del terreno. Aquí, el viajero puede cruzarse con el vuelo majestuoso del buitre leonado o sentir la vibración del paso ágil de una cabra montés en lo alto de un risco. En primavera, los colores estallan en forma de lavandas, jaras y orquídeas silvestres, ofreciendo un espectáculo visual y aromático que embriaga.

Estas montañas también son territorio sagrado para los amantes del senderismo. Rutas señalizadas como la ascensión a La Maroma desde El Alcázar, o el recorrido hasta el pico Lucero desde Cómpeta, permiten al caminante no solo disfrutar del ejercicio físico, sino conectar con el paisaje en un nivel íntimo y contemplativo. Cada paso se convierte en una forma de meditación, en un diálogo con la tierra.

Para vivir la sierra con calma, no hay nada como alojarse en una casa rural en La Axarquía ubicada en los alrededores del parque natural. Muchas de estas casas se integran en el entorno con absoluto respeto, ofreciendo vistas que no se olvidan, cielos limpios donde las estrellas parecen más cercanas y una tranquilidad que envuelve.

Y sin embargo, pese a su majestuosidad, las sierras son también frágiles. El aumento del turismo y la presión humana sobre estos espacios naturales requieren de una mirada cuidadosa y respetuosa. Visitar estas montañas implica asumir una responsabilidad: la de ser huésped, no dueño; la de pasar dejando solo huellas de admiración.

Los paisajes naturales de la Axarquía encuentran en sus sierras una de sus expresiones más puras. Allí donde el aire es más claro y el horizonte más lejano, se revela el alma indómita de la comarca. Quienes optan por casas rurales en La Axarquía saben que no vienen solo a dormir, sino a formar parte de ese paisaje vivo que respira al ritmo de la montaña.

Agua que modela la tierra

Si las sierras son el corazón de la Axarquía, el agua es su sangre viva. Desciende desde lo alto, filtrándose por las rocas, dibujando cauces invisibles bajo tierra, brotando en manantiales antiguos y serpenteando en arroyos que riegan vegas fértiles y alimentan la vida en cada rincón de la comarca.

El agua en la Axarquía no es solo un recurso: es un símbolo de continuidad, un bien sagrado y escaso, una presencia que lo transforma todo. Basta escuchar el rumor del río Chíllar entre las paredes del desfiladero, caminar descalzo por sus pozas o dejarse salpicar por una cascada escondida para comprender cómo este elemento ha esculpido el paisaje durante siglos.

Pantano de la Viñuela desde Los Romanes

El embalse que sostiene la vida

En el corazón de este sistema hídrico se encuentra el embalse de La Viñuela, el mayor de toda la provincia de Málaga. Sus aguas mansas, rodeadas de colinas verdes y pueblos blancos, no solo embellecen el paisaje: son la fuente que permite el florecimiento de cultivos, el abastecimiento de municipios y la práctica de actividades recreativas. Aquí, el agua detenida refleja el cielo como un espejo, y las aves sobrevolando su superficie dan vida a escenas que parecen sacadas de un cuadro.

Alojarse en una casa rural en La Axarquía cerca del embalse es una experiencia incomparable para quienes buscan serenidad. Desde las terrazas, se contempla el agua cambiar de color con la luz del día, y por la noche, el silencio solo se rompe con el croar de las ranas o el leve chapoteo de una carpa en la orilla.

Ríos que narran historias

El río Vélez, el más representativo de la comarca, da forma a la fértil Vega de Vélez, donde la agricultura ha tejido su historia durante generaciones. En su desembocadura, un humedal acoge aves migratorias y ofrece un espectáculo natural único para los amantes del birdwatching. Es un lugar donde se aprende a observar, a esperar, a dejarse maravillar por lo pequeño.

Otros ríos como el Guaro, el Sábar, el Benamargosa o el Almanchares nacen en las entrañas calizas de las sierras, alimentados por acuíferos subterráneos. Sus cauces discurren entre terrazas agrícolas, fuentes antiguas y áreas recreativas como la Fábrica de la Luz o Las Mayoralas, que combinan el valor ambiental con el descanso pausado. Muchas de las casas rurales en La Axarquía se encuentran a escasa distancia de estos cauces, y permiten al visitante dormir escuchando el rumor del agua, como si el río le contara un cuento ancestral.

Fuentes y balnearios que curan

La Axarquía también guarda el legado de un tiempo en el que el agua era medicina y rito. En Periana, los Baños de Vilo conservan la memoria de las aguas sulfurosas que durante siglos se usaron con fines terapéuticos. En Arenas, la Fuente del Siglo XII sigue manando historia, y en Comares, la Ruta de las Fuentes lleva al viajero por caminos empedrados entre caños de piedra y panorámicas infinitas.

El viajero que se aloja en una casa rural en La Axarquía junto a una de estas rutas hídricas vive una experiencia de inmersión total. El entorno invita al paseo sin destino, al baño en pozas naturales y a la desconexión de todo lo que no sea el presente.

Entre sierras y valles, el agua ha modelado no solo el terreno, sino también la cultura y la forma de habitar el mundo rural. En los paisajes naturales de la Axarquía, el agua es un hilo invisible que lo une todo, que da sentido al conjunto y nos recuerda que la verdadera riqueza de un territorio no siempre se ve, pero sí se siente. Y quienes eligen casas rurales en La Axarquía lo hacen, muchas veces, por la cercanía a ese agua viva que refresca el cuerpo y el alma.

Municipio de Comares

Costa viva, entre acantilados y calas secretas

Allí donde la sierra se precipita hacia el mar y la piedra se funde con la espuma, nace una de las joyas más sorprendentes de los paisajes naturales de la Axarquía: su costa. Lejos del bullicio y la urbanización masiva de otros tramos del litoral mediterráneo, la Costa del Sol Oriental despliega un litoral agreste y escénico, donde los acantilados caen al mar como si la tierra se rindiera, sin resistencia, ante la inmensidad azul.

La costa axárquica es una sinfonía de contrastes. Aquí no abundan las largas playas de arena fina, sino calas escondidas, guijarros pulidos por las olas y aguas cristalinas que invitan al descubrimiento. Es un espacio que conserva la autenticidad de lo que aún no ha sido domesticado por el turismo masivo. Un lugar para perderse… o para encontrarse.

Acantilados de Maro - Cerro Gordo

El paraje natural que protege lo salvaje

Entre Nerja y Almuñécar, compartido con la provincia de Granada, se extiende el Paraje Natural de los Acantilados de Maro-Cerro Gordo. Este espacio protegido es mucho más que un enclave costero: es un santuario marino y terrestre, donde la biodiversidad florece tanto bajo el agua como en los riscos que se asoman al Mediterráneo.

Las calas de este paraje —como El Cañuelo, Las Alberquillas o La Doncella— son pequeños tesoros de difícil acceso que han sabido mantenerse casi vírgenes. Llegar a ellas implica caminar o remar; no se conquistan, se merecen. Y es precisamente esa dificultad lo que preserva su esencia. Las aguas son tan transparentes que permiten ver bancos de peces danzando entre las rocas, estrellas de mar descansando sobre la arena y, si el viajero tiene suerte, algún delfín cruzando el horizonte.

Aquí, el snorkel y el kayak no son solo actividades recreativas, son formas de adentrarse en un mundo que vive bajo la superficie, silencioso y vibrante, lleno de vida. Es un lugar donde el tiempo se ralentiza, y donde la naturaleza recuerda que aún hay rincones donde el ser humano solo puede mirar y agradecer.

Muchos visitantes que descubren esta costa eligen alojarse en una casa rural en La Axarquía situada entre la montaña y el mar, en antiguos cortijos rehabilitados que miran hacia los acantilados. Desde allí, al amanecer, el mar se tiñe de cobre, y al anochecer, la brisa huele a salvia y romero.

Acantilados de Maro - Cerro Gordo

Playas que cuentan historias

Más allá de las calas salvajes, la Axarquía ofrece playas para todos los gustos. En Nerja, la célebre Playa de Burriana combina arena dorada, servicios completos y vistas al paraje de Maro. La Playa de Calahonda, bajo el icónico Balcón de Europa, es una postal viviente: una pequeña cala entre acantilados, pintoresca y cargada de historia.

Torrox, con su microclima privilegiado, presume de playas como Calaceite o Vilchez, donde la tranquilidad es norma incluso en los meses de verano. En Vélez-Málaga, las extensas playas de Torre del Mar y Benajarafe ofrecen un contraste amable para quienes buscan comodidad sin renunciar a la esencia costera.

Algunas de las casas rurales en La Axarquía se ubican en estos núcleos cercanos al litoral, combinando la cercanía del mar con la tranquilidad del interior. Son ideales para familias y parejas que desean explorar la costa sin renunciar a la intimidad de un entorno natural.

Playas de Nerja

Una costa para explorar sin prisa

El litoral de la Axarquía es un escenario ideal para recorrer sin mapas. Un día puede empezar en una cala escondida entre pinos y terminar en un chiringuito frente al mar, con el sonido de las olas como única música de fondo. Aquí, caminar por los senderos costeros es descubrir miradores naturales que se asoman al infinito, cuevas esculpidas por el mar y pequeños huertos que se resisten a desaparecer.

Pero esta belleza necesita ser protegida. La presión urbanística y el aumento del turismo ponen en peligro ese equilibrio tan delicado entre lo humano y lo natural. Por eso, cada visita debe ser también un acto de respeto: elegir rutas señalizadas, no dejar residuos, no molestar a la fauna. La costa de la Axarquía no necesita más admiradores; necesita aliados.

En esta franja entre la tierra y el mar, los paisajes naturales de la Axarquía encuentran su voz más serena y profunda. Aquí, la naturaleza no se impone, susurra. Y quienes eligen casas rurales en La Axarquía para explorar este litoral lo saben bien: se trata de vivir la belleza, no de poseerla.

Playas de Nerja

Valles fértiles, herencia andalusí

Si las sierras son las vigías del territorio y el mar su horizonte infinito, los valles de la Axarquía son su alma cultivada. Aquí, la tierra no es solo paisaje: es sustento, es legado, es arte. Desde tiempos remotos, la humanidad ha modelado estas laderas y vegas con paciencia y sabiduría, creando un entorno donde la naturaleza y la mano del hombre conviven en un equilibrio ancestral.

Caminar por estos valles es recorrer siglos de historia agrícola. Los bancales de piedra seca que salpican las colinas, los “paseros” donde se secan las uvas al sol, las acequias que aún canalizan el agua como lo hacían en época andalusí… Todo en este paisaje habla de un vínculo profundo y respetuoso con la tierra.

Y cuando se experimenta desde una casa rural en La Axarquía, este legado se siente aún más cercano. Muchas de estas viviendas conservan la arquitectura tradicional y se integran con naturalidad en el entorno agrícola, ofreciendo al viajero la posibilidad de vivir como lo hacían las generaciones pasadas: con sencillez, arraigo y silencio.

Una agricultura que cuenta historias

Durante siglos, el olivo, la vid y el almendro han sido los pilares de la economía y la cultura de la Axarquía. El cultivo de la uva moscatel, en particular, ha dejado una huella imborrable, no solo en los campos, sino también en la identidad de sus pueblos. Las pasas de uva moscatel —secadas al sol en estructuras inclinadas llamadas paseros— son hoy un símbolo de autenticidad, reconocidas como Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial por la FAO.

En municipios como Cómpeta, Moclinejo o El Borge, el vino dulce de moscatel sigue elaborándose como antaño, con mimo y sin prisa. Participar en una vendimia o visitar una bodega tradicional no es solo una experiencia enológica, es una inmersión en una forma de vida que se resiste a desaparecer.

Al hospedarse en casas rurales en La Axarquía cerca de estos pueblos, es fácil entablar conversación con los viticultores, compartir un desayuno con pan de leña y aceite recién molido, o contemplar el atardecer mientras los pájaros sobrevuelan los viñedos.

Municipio de Periana

El jardín tropical de Europa

Pero si algo ha transformado el paisaje agrícola de la Axarquía en las últimas décadas ha sido la llegada de los cultivos subtropicales. Gracias a un microclima privilegiado —con más de 300 días de sol al año y ausencia casi total de heladas—, esta tierra ha abrazado con éxito el cultivo de aguacates, mangos, chirimoyas o papayas.

El Valle del río Vélez, junto a zonas como Benamargosa, La Viñuela o Algarrobo, se han convertido en referentes europeos en la producción de frutas tropicales. Este nuevo paisaje de verdes intensos y floraciones exuberantes ha dado lugar también a propuestas turísticas como la Tropiruta, que combina naturaleza, agricultura y sabor en una experiencia sensorial única.

Alojarse en una casa rural en La Axarquía en medio de un campo de mangos en flor o junto a una huerta de aguacates es una forma de sentir la tierra de otra manera. Aquí, la fruta no viene del supermercado: se recoge, se huele, se parte con las manos.

Subtropicales en Frigiliana

Rutas entre sabores y memorias

Los valles de la Axarquía se pueden recorrer de muchas maneras, pero una de las más enriquecedoras es a través de sus rutas agroalimentarias. Caminos que conectan pueblos, cultivos, tradiciones y personas. Desde la Ruta de la Pasa hasta la Ruta del Aceite Verdial de Periana, cada itinerario ofrece al viajero la oportunidad de saborear la tierra —literalmente— y comprender su historia a través del gusto, el olfato y el contacto directo con quienes la trabajan.

Aquí, el paisaje no se contempla: se prueba, se huele, se pisa. Y en ese contacto directo, el viajero no solo descubre los paisajes naturales de la Axarquía, sino también los paisajes humanos que los sostienen: agricultores, viticultores, familias que viven y sienten la tierra como parte de sí mismos.

Muchos de estos viajeros vuelven cada año y, siempre que pueden, eligen casas rurales en La Axarquía como su punto de partida. Porque saben que solo desde la cercanía y el respeto se puede entender de verdad lo que esta tierra tiene que ofrecer.

Espacios protegidos: naturaleza en equilibrio

En la Axarquía, el respeto por la naturaleza no es solo una aspiración, sino una necesidad profunda que nace del reconocimiento de su fragilidad. A lo largo del territorio, los espacios protegidos actúan como guardianes silenciosos de ese equilibrio tan delicado entre lo natural y lo humano. Son refugios donde la biodiversidad encuentra respiro, donde el paisaje conserva su autenticidad y donde el viajero aprende que disfrutar también significa preservar.

Parques que son escuela de vida

El Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, ya mencionado por su importancia geológica y escénica, es también un bastión ecológico de incalculable valor. Con más de 40.000 hectáreas protegidas, este parque se extiende por las provincias de Málaga y Granada, ofreciendo un mosaico de ecosistemas que van desde los bosques mediterráneos hasta zonas de alta montaña.

En sus senderos, señalizados y respetuosos con el entorno, no solo se camina: se aprende. Se descubre cómo una cabra montés se adapta al terreno escarpado, cómo una orquídea endémica florece tras la lluvia o cómo un pinar se regenera tras el fuego. Es un espacio para la observación atenta, para el asombro sencillo, para reencontrarse con un ritmo más lento y más sabio.

Quienes se alojan en una casa rural en La Axarquía próxima a este parque natural disfrutan de una experiencia de conexión total. Las primeras horas del día, entre la niebla que desciende por las laderas, o el silencio profundo al caer la noche, son momentos que difícilmente se olvidan. Las casas rurales en La Axarquía cercanas a estos espacios protegidos son el refugio ideal para senderistas, observadores de aves o familias que desean compartir con los más pequeños el valor de la naturaleza intacta.

Jardines que conservan el alma vegetal

Además de sus espacios naturales, la Axarquía ha sabido crear entornos donde la flora local se exhibe, se cuida y se comparte con quienes la visitan. Es el caso del Jardín Botánico Detunda-Cueva de Nerja, un recorrido al aire libre por especies autóctonas que ofrece tanto belleza como educación ambiental.

En Frigiliana, el Jardín Botánico Santa Fiora combina naturaleza e historia, mostrando el uso tradicional de las plantas medicinales y culinarias, muchas de las cuales aún forman parte de la vida cotidiana en los pueblos. Estos jardines no son escaparates, son lugares vivos, donde se cultiva la memoria botánica del territorio.

Hospedarse en una casa rural en La Axarquía cercana a estos jardines es también una forma de viajar con propósito. Porque el turismo rural no es solo descanso, es aprendizaje, es vínculo, es inspiración para una vida más en sintonía con lo natural.

Conservar es un verbo en presente

Proteger los paisajes naturales de la Axarquía no es solo una cuestión de normativa o planificación. Es una actitud, una forma de estar en el mundo. Implica cuidar cada sendero, no alterar la vida silvestre, elegir el ecoturismo responsable y valorar que lo intacto vale más que lo intervenido.

Cada visitante tiene un papel activo en esta conservación. Elegir alojamientos sostenibles, apoyar proyectos de turismo rural respetuoso, caminar por rutas señalizadas o simplemente recoger lo que se ha llevado… Son gestos que suman. Porque cada paso consciente es un homenaje a la tierra que se pisa.

Y cuando esa conciencia nace desde el propio lugar donde uno se hospeda, las casas rurales en La Axarquía se convierten en más que un alojamiento: son parte activa del cuidado del entorno. Por eso, en Rural Sierra Sol, promovemos alojamientos que no solo ofrecen comodidad y belleza, sino también coherencia con los valores de conservación y respeto que este territorio merece.

Sierra Tejeda

Una invitación a sentir el paisaje

Los paisajes naturales de la Axarquía no son solo escenarios para ver o fotografiar. Son territorios que se sienten, que se habitan desde dentro. Son el eco de una cultura que aprendió a vivir en armonía con lo que la rodea, y que hoy sigue tendiendo puentes entre el pasado y el futuro a través de la tierra, el agua, la luz y el silencio.

Recorrer la comarca es más que un viaje. Es una experiencia que transforma. Desde una caminata por las crestas de La Maroma hasta una tarde tranquila entre aguacateros en flor; desde el sonido de los pasos sobre un sendero de piedra hasta el rumor de una fuente escondida en un pueblo blanco. Cada instante es un regalo para quien sabe mirar con atención y respeto.

Y para vivirlo plenamente, pocas experiencias igualan la de alojarse en una casa rural en La Axarquía. Allí donde los amaneceres huelen a romero y las noches se llenan de estrellas, donde la tranquilidad no es un lujo, sino la norma, el viajero se reencuentra consigo mismo y con la naturaleza.

Las casas rurales en La Axarquía no son solo alojamiento: son parte del paisaje, testigos del tiempo y cómplices del descanso. Son el punto de partida perfecto para descubrir senderos, calas escondidas, viñedos colgantes o pueblos que conservan la esencia de lo auténtico. Porque cuando el lugar donde duermes respira el mismo aire que el monte, el mar o el río que acabas de explorar, el viaje cobra un nuevo sentido.

Así que ahora te pregunto a ti, lector, viajero, amante de lo auténtico:
¿Qué paisaje de la Axarquía te invita a perderte?

Sea cual sea tu respuesta, te invitamos a descubrirlo con nosotros, a vivirlo de verdad, a sentirlo más allá del turismo…
Porque en Rural Sierra Sol no vendemos destinos, creamos conexiones.

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Paisaje en Alfarnatejo

Dónde está La Axarquía

La Axarquía se encuentra en el extremo oriental de la provincia de Málaga, entre las aguas serenas del Mediterráneo y las cumbres imponentes de la Cordillera Penibética. Es una comarca que se abre como un balcón entre sierras blancas y un mar azul profundo, un territorio donde los pueblos blancos se escalonan en las laderas y las huertas se extienden en los valles fértiles. Limita con la Costa del Sol Occidental al oeste, con Granada al este y con la alta sierra al norte, dibujando un mapa diverso y sorprendente. A tan solo unos kilómetros de Málaga capital, la Axarquía ofrece al viajero un universo diferente, donde el tiempo parece detenerse y la naturaleza se convierte en protagonista. Aquí, cada camino conduce a un descubrimiento y cada rincón guarda la promesa de una experiencia auténtica.

Tras dejarte envolver por los paisajes naturales de la Axarquía, el viaje no termina: Andalucía entera te abre sus puertas con la misma autenticidad. Desde las sierras de Ronda hasta los olivares infinitos de Jaén, pasando por los pueblos blancos de Cádiz o la mágica Alpujarra granadina, cada rincón guarda un latido propio. Te invitamos a descubrirlos desde el calor y la cercanía de las casas rurales en Andalucía, donde cada estancia es una forma de vivir lo genuino y sentir la tierra como un verdadero viajero.

Preguntas frecuentes sobre los paisajes naturales de la Axarquía

La Axarquía se sitúa en el este de la provincia de Málaga, entre el mar Mediterráneo y las sierras de Tejeda y Almijara. Se puede acceder fácilmente desde Málaga capital por la autovía A-7, a unos 40 minutos en coche.

Entre los imprescindibles destacan el Parque Natural Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, el embalse de La Viñuela, los acantilados de Maro-Cerro Gordo y las rutas por el río Chíllar. Cada uno muestra una faceta diferente de los paisajes naturales de la Axarquía.

Gracias a su clima subtropical con más de 300 días de sol al año, la comarca se puede disfrutar en cualquier estación. Primavera y otoño son ideales para el senderismo, mientras que el verano invita a explorar sus calas y playas.

Las casas rurales en La Axarquía son la mejor opción para vivir el paisaje desde dentro. Muchas se encuentran entre montañas, junto a ríos o cerca del mar, ofreciendo autenticidad, tranquilidad y conexión directa con la naturaleza.

Tras explorar esta comarca malagueña, puedes seguir descubriendo Andalucía a través de nuestras casas rurales en Andalucía. Te esperan lugares tan genuinos como la Alpujarra, la Serranía de Ronda o los pueblos blancos de Cádiz, cada uno con su propia magia.

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